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Pintor Genaro Lugo: “Praxis tiene relación con los poetas”

Un miembro de un grupo de pintores rebeldes cuenta su etapa de sublevación artística, su relación con la poesía y su historia personal Genaro Lugo no parece un pintor. Las manos las tiene limpias, bien cuidadas como si lo suyo fuesen las teclas del piano o algo más frívolo: representar a esos caballeros ingleses de […]

  • Un miembro de un grupo de pintores rebeldes cuenta su etapa de sublevación artística, su relación con la poesía y su historia personal

Genaro Lugo no parece un pintor. Las manos las tiene limpias, bien cuidadas como si lo suyo fuesen las teclas del piano o algo más frívolo: representar a esos caballeros ingleses de buena facha, con la diferencia que él ha sido rebelde y un apasionado de Afrodita en el arte.

Su taller, museo y casa se halla en la zona sur de la Colonia Centroamérica y luce tan impecable como su apariencia.

Genaro Lugo tiene un rostro pícaro. Nació en 1933. Es pintor, dibujante y diseñador. De gafas gruesas. Viste muy formalmente a pesar de amigos suyos como Leoncio Sáenz que gustaron del estilo hippie y que pertenecen a su misma generación.

Discípulo de Genaro Amador Lira y Rodrigo Peñalba. Fundador, junto a Alejandro Aróstegui, Amaru Barahona, César Izquierdo, entre otros, del movimiento de mayor impacto histórico de pintores que ha tenido el país: el grupo Praxis fundado en 1963.

Se ve que su oficio se lo toma en serio y así ha cosechado a lo largo de estos años, varios éxitos.

Durante el centenario de Rubén Darío, en 1967, participó en un certamen internacional de pintura donde ganó el Primer Premio Nacional con El Tríptico Canto a la Raza, que aún conserva en su casa.

Este magnífico tríptico, obra mixta (óleo sobre madera), fue resaltada por el curador de arte José Gómez Sicre, entonces Director de la Unión Panamericana y descubridor de talentos como Armando Morales, Fernando Botero, Roberto Matta, entre otros.

Esta misma obra se exhibió en la Expo-Sevilla, de España, para la conmemoración de los 500 años del Encuentro de Dos Mundos, y aparece en el libro de arte La Modernidad en la Pintura Nicaragüense, de la doctora en arte, María Dolores Torres.

En 1990 recibe por su larga trayectoria y su aporte a las artes, en especial al dibujo, la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío.

Ha participado en varias bienales de arte, como la de Sao Paulo en 1965, o la I Bienal de Costa Rica en 1964, y la II Bienal de Perú en 1968, y en 1984, en la bienal de La Habana. Por su prestigio ha sido jurado en certámenes nacionales e internacionales y expuesto en varios países, llevando lo mejor de su arte con temas de la cultura indigenista, resistencia, sensualidad y maternidad el cual es transportado a su sinestesia frugal que para el poeta Álvaro Urtecho es su “ritual erótico: semilla y resurrección. Cántico cósmico al universo que siempre nace muere, muere y nace”. Hoy su pintura salta del tenebrismo al colorido, y esta es la historia de su vida según él mismo.

¿Cómo se inicia en las artes?
Vocacional en primera instancia. Y tener cualidades para el dibujo, para poder ingresar más tarde a una escuela de arte. Es cierto que muchos son autodidactas pero hay que tener una formación integral. Así, mis primeros diseños fueron de paisajes de Tiscapa, Quinta Nina y otros lugares de la antigua Managua, de mis años de secundaria.

También se le conoce como dibujante cartográfico, arquitecto.
Así es. Trabajé en varios ministerios como diseñador de planos, pero por la tarde recibía mis clases de pintura.

¿Cómo llega a la Escuela Nacional de Bellas Artes?
Tenía que cultivarme y buscar la Escuela era lo más importante. Ésta era una dependencia del Ministerio de Educación, dado que no existía una entidad rectora de la cultura. Entonces el maestro Rodrigo Peñalba acababa de regresar de Italia, en 1954. Antes había recibido clases con el maestro y escultor Genaro Amador Lira, director de la escuela, después de Pastor Peñalba, padre de Rodrigo.

Los conocimientos en el dibujo enseñados por Amador Lira y Rodrigo Peñalba, lo llevan a ganar un premio en 1967 con el tríptico Canto a la Raza.
Este es un logro que se vino fraguando en el curso del tiempo; no es fácil porque había que ser constante y trabajar bastante. Acordate que Peñalba era muy exigente en los estudios. Para mí esto fue un logro en el paso existencial, porque el jurado estaba integrado por personalidades como Don José Gómez Sicre, Director de la Unión Panamericana, que promovió valores como Roberto Matta, Wilfredo Lam, Fernando Botero, Armando Morales.

¿En los sesenta era miembro del grupo Praxis?
Egresado de la escuela de Bellas Artes, recuerdo que venía de estudiar de Francia, el pintor matérico, Alejandro Aróstegui, y venía con los conocimientos de pintores españoles del grupo El Paso, como Antoni Tápies, o Modest Cuixart, del grupo Dau al Set; entonces se promueve la pintura matérica, textural, el collage, el abstraccionismo que estaba un poco adelantado con Armando Morales, porque él ganó en 1959 la bienal de Sao Paulo.

Ser Praxis en estos momentos ¿que significaba para los noveles pintores?
En ese momento nosotros no nos dábamos cuenta del gran caudal que estábamos dejando con sus acciones y movimientos, y fuimos viendo que fuimos aceptados a nivel de Centroamérica, de ahí es un movimiento que marca un referente histórico para las artes de una pintura que rompe con los esquemas académicos.

¿Era un movimiento que cuestionaba?
Sí. Tiene otras connotaciones de valores dentro del campo político. También estaba toda la trova cubana, la música, que les llegó de España.

Guarda obras de pintores como Luis Urbina, Alejandro Canales, y Efrén Medina, los primeros dos desaparecidos. ¿Qué sentimientos trae a su memoria?
Una gran nostalgia. El artista como alma sensible, siente esa falta. Con Alejandro Canales pintábamos murales que primero los dibujaba.

Entre tus fotos del recuerdo, tiene una con el poeta Pablo Antonio Cuadra. ¿Qué sentimientos guarda?
Don Pablo era una gran persona cordial y tolerante, no reaccionario, como lo tomaban muchos. Él ayudaba mucho a los artistas. El Poeta me publicó algunos dibujos, y me encargó una ilustración para la portada del libro Tres Obras de Teatro de Vanguardia Nicaragüense (Por los Caminos Van los Campesinos, Chinfonía Burguesa, y La Petenera).

¿Cómo vivían la bohemia los pintores en la época del cafetín La India en la vieja Managua?
El café estaba cerca de la Escuela de Bellas Artes, concurrían la mayor parte de artistas. Me acuerdo que llegaban poetas como Carlos Rigby, Octavio Robleto, Ernesto Cardenal; así como el pintor Leoncio Sáenz; hasta Leonel Rugama llegaba con su pistolita porque andaba en la runga; también miré llegar a Camilo Ortega, que tenía inclinaciones de escritor por que también llegaba a Praxis.

¿Su pintura salta del tenebrismo al colorido y la forma sensual?
Uno va escalonando las diversas etapas, también hay una regresión, nada más que renovada, más precisa, y más llena de conceptos, profundizando los sentimientos y las raíces culturales, ancestrales. Y te vas llenando de un saber; porque recordá que los Praxis tenían mucha relación con los poetas.

¿Su pintura tiene una “época oscura”, pero ahora su cromatismo es más vivo, mejor acabado y con mayor delicadeza tonal. ¿Qué dice?
Es verdad, cuando inicié, la tonalidad era tenebrista, no había cupo para la coloración apastelada, acaramelada; tenía que ser grisácea, dramática en cierto sentido. Después llegan los cambios, en los Praxis, que sólo duraron juntos cuatro años, y cada quien tomó su rumbo y modo de expresión.

El tema de la mujer es obsesivo en sus pinturas, al igual que el de las frutas y el de la resistencia social, ¿Por qué?
Entre ellos hay una relación. Las frutas son siempre sensuales, en su forma, sabor, olor, digamos que de alguna manera también representa a la mujer.

La Prensa Literaria

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